TITULO: Siempre hemos vivido en el castillo (We have always lived in the castle).
AUTOR: Shirley Jackson.
EDITORIAL: MINÚSCULA.
Nº Pag: 204.
ISBN: 9788494534867.
SINOPSIS:
Merricat
lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa
las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julián.
En el hogar de los Blackwood los días discurrían apacibles si no fuera
porque los otros miembros de la familia murieron envenenados allí mismo,
en el comedor, seis años atrás.
OPINIÓN PERSONAL
Aprovechando que se
acerca la celebración más esperada durante todo el año para consagrar a la perfección la unión del mundo
de los vivos y el reino de los muertos, en efecto me refiero a Halloween, y que
comienza a respirarse ambiciosamente un “tufillo” que nos transporta
irremediablemente a esa misteriosa y hoy en día, divertida tradición, he optado por seleccionaros una lectura
apropiada para el momento, siendo conscientes todos que en estos días la
televisión, la radio y resto de medios de información se harán eco de ello. Su autora, la célebre
Shirley Jackson, completa desconocida para mí debo reconocerlo, recibió buenas
críticas y elogios por el libro, argumentos que decidieron el interés por “Siempre hemos vivido en el castillo”,
publicado en 1962. La autora nace en 1916 y su llegada al mundo marcaría la
relación tan distante y tensa que años después tendría con su madre ya que esta
no esperaba la llegada de Shirley tan pronto, confesando que deseaba disfrutar
del inicio de su matrimonio. Durante su infancia, en la escuela no se sentía
cómoda, no encajaba con el resto de niños y recibía constantemente la atención
de los profesores por su escritura. Posteriormente se trasladará a la Universidad
de Siracusa donde comienza a crecer tanto en el ámbito social como en el
creativo, comenzando a involucrarse muy activa y participativamente en revistas
literarias. A pesar de todo ello Shirley no encajaba en el organigrama
establecido por la sociedad de la época, la cual dictaba determinados cánones
femeninos de comportamiento y conducta, con los cuales nuestra escritora ni se
identificaba ni se veía reflejada. Contrae matrimonio con Stanley E. Hyman
quien fue profesor del Bennington College y con el que tiene cuatro hijos, los
cuales les servirían de inspiración para los personajes a los que Shirley
posteriormente daría vida en sus obras. Pero el matrimonio estaba plagado de
infidelidades por parte de Hyman y este controlaba y gestionaba los ingresos de
la escritora e incluso la obligaba a hacerse cargo del hogar y el cuidado de
los niños, algo que con los años comenzó a pasarle factura a Shirley. Abrumada
y sobrepasada por el devenir de su existencia, fuma, bebe y tomaba barbitúricos
por prescripción médica, y a todo ello le suma un consumo incontrolado de anfetaminas,
con la que confiaba le ayudarían a reducir su sobrepeso. Oprimida en todos los
sentidos y recluida en su hogar durante el último año de vida, padeciendo una
severa agorafobia, su declive progresivo y acelerado acabaría rápidamente con
ella, falleciendo a la edad de 48 años. La escritora por excelencia, de la
novela de terror del s. XX, tuvo una vida propia de sus creaciones e historias,
rodeada de un halo de misterio hasta tal punto que su marido contribuyó a
enriquecerlo al confesar en repetidas
ocasiones que ejercía la brujería; y aunque ella lo desmintió siempre, nos quedará la duda de cuanto de verdad había
en esas palabras y si se trataba de puro markenting. Tras leer su biografía con
interés, no solo pude acceder a una vida controvertida y truculenta, sino a
importantes títulos que hoy forman parte de su legado, por lo que a buen seguro
ahondaré en la lectura de sus obras, eligiendo en primer lugar “Siempre
hemos vivido en el castillo” por convencerme la crítica y despertar mi
curiosidad.
Mary Katherine
“Merricat” Blackwood es una chica de dieciocho años que vive junto a su hermana
mayor, Constance, y su tío Julian Blackwood en el estado de Vermont. Hace seis
años que la tragedia se cebó en el hogar llevándose la vida de cuatro de los
miembros de la familia a causa de un envenenamiento por arsénico. El hecho de
que ellos tres sobreviviesen sembró la duda y sospecha entre los habitantes del
pueblo, los cuales actúan con repulsión y rechazo hacia la familia Blackwood,
pero esto es algo que a Merricat no le preocupa en absoluto. Tal y como ella
misma se define es sucia y malhumorada, su carácter es infantil a la par que
terco, indomable y salvaje, y le apasiona salir a los alrededores de la casa
acompañada de su gato Jonas. Constance tiene veintiocho años, de cabellera
rubia, le encanta cocinar y padece agorafobia no habiendo abandonado el hogar
desde que tuvo lugar el fatídico acontecimiento. Y el tío Julian aunque sí
llegó a tomar arsénico, la pequeña cantidad que recibió su cuerpo le dejó como
secuela el quedar postrado de por vida en una silla de ruedas y con el devenir
de los años su salud mental ha ido desvariando notablemente. Por otra parte,
Merricat no es una bruja al “uso”, tal cual la concebimos, pero practica “rituales mágicos”
con la ayuda de objetos familiares con la intención y finalidad de mantener la
unidad de la estirpe, convertir la casa en una especie de cápsula inalterada
por el tiempo y frente a la maldad de los vecinos, los cuales observan el
inmueble y a sus moradores como testigos impertérritos de un pasado luctuoso.
Todo parece transcurrir con normalidad hasta que la joven presiente que un
cambio importante en sus vidas les acecha, la llegada de una determinada
persona, algo contra lo que no puede reaccionar ni poner remedio y que inexorablemente
modificará la rutina y tranquilidad de todos.
Como he referido, es la primera vez que
entro en contacto con la narrativa de Shirley y la verdad es que en este
aspecto la novela me ha cautivado. Sorprende el hecho contradictorio que reside
en las descripciones y el desarrollo de la historia, con detalles y cierta
profundidad pero, al mismo tiempo, carente de sentimientos y emociones. Puede
que se deba a que la autora habla en boca de Merricat y quiera otorgarle ese espíritu
frío que predomina en la protagonista, ejecutándolo correctamente. Precisamente
es a este personaje al que mejor conocemos y a pesar de su extravagante
imaginación y su actitud y comportamiento pueril, denota por momentos una
inteligencia y maldad sin parangón. Destacar esa obsesión que le domina por
controlar el transcurso de los acontecimientos, obedeciendo a una rutina diaria
con la finalidad de que todo continúe igual y cualquier cambio es percibido
como una amenaza, algo que vislumbra en el personaje cierto comportamiento
paranoide. De igual modo, el dominio que ejerce sobre el resto de miembros de
la familia es asombroso en el sentido de que, sin necesidad de hacer o decir
nada, todo al final se desarrolla y ejecuta tal y como Merricat pretende,
sucumbiendo a su antojo.
Debo confesar que discrepo con la mayoría
de opiniones y críticas que he leído al respecto. Es una historia breve y a
medida que avanzas compruebas que, en resumen, esta podría haber sido redactada
en un menor número de páginas, sobrándole en mi humilde opinión, muchas de las
que posee el libro, pero obviamente hablamos de una ficción concebida por una
persona en un contexto que difiere enormemente de nuestro tiempo. No es una
historia de fantasmas, ni brujas, ni un terror que podamos representar y volcar
sobre un ser determinado, más bien es una historia gótica, donde el terror
psicológico tiene un papel fundamental y donde es cierto que experimentamos esa
sensación de que constantemente se avecina algo oscuro o que vamos a presenciar
un temido acotamiento. Interesante es también como Shirley vuelca ciertos
aspectos personales en la historia, sobre todo de la última etapa de su vida,
como por ejemplo su temor a los espacios abiertos y a relacionarse en sociedad,
denotando claramente ciertas pinceladas biográficas que, obviamente supongo,
necesitaba expresar de algún modo y que lo hizo utilizando los medios que tuvo
a su alcance y de la mejor forma que sabía hacer.
Como
ocurre con muchos otros ejemplares, las ediciones de las que disponemos en
nuestro país no son muy atractivas por así decirlo. Por ello, y si os atrevéis
a leerlo en inglés, podréis disfrutar de esta preciosa edición que capta a la
perfección el espíritu de la historia, en un mundo en el que por momentos, y en
palabras de Merricat, todo se vuelve lúgubre, blanco y negro e insulso. “Siempre hemos vivido en el castillo” es
una historia de amor fraternal, de perversión, soledad y miedo en un mundo
donde aún no sabemos a quién temer y culpar. ¿Son los miembros supervivientes de esta misteriosa familia quienes deben
recibir nuestra reprobación, rechazo y latente y permanente sospecha, o son los
inhumanos pueblerinos quienes deben gozar de la culpa y todo mal cuanto acontece en nuestra ficción? No debes dejarte engañar por la aparente
sencillez del argumento, el cual se encuadra en una embaucadora complejidad,
tornándose por momentos en un relato contradictorio y delirante. Aunque con
ciertas reticencias, mi primer contacto con Shirley ha sido lo suficientemente
convincente como para abrirle las puertas de mis sentidos, por lo que seguir
conociendo su pluma es ya un firme compromiso por mi parte.
“Los
Blackwood nunca tuvieron nada que ver con la degradación del pueblo (…) Siempre
pensaba en la putrefacción al acercarme a la hilera de tiendas; pensaba en
quemar la podredumbre negra y dolorosa que lo corrompía todo desde dentro y
tanto daño hacía. Eso era lo que deseaba para el pueblo.”
Hola hola
ResponderEliminarLa verdad es que este libro no es para mi por mis gustos pero muchas gracias por la reseña
🐾Te espero por el rincón de mis lecturas, un besote
¡Hola Andra! De nada :) Espero que futuras reseñas despierten tu interés :D
Eliminar¡Un abrazo!